Lourdes “La reina del albur”, lo quiere por ser duro e interminable, es parte de la identidad popular.
Cuando alburea enseña lo que sabe, no es gandalla. Imparte cuatro diplomados en la galería José María Velazco, en Tepito.
Entre menos complejos más reflejos.
Talla sus ofertas en los oídos, le entienden, se ríen, se acercan a levantar su mercancía.
La SEP debería de impartir una hora diaria de albures a todos los jóvenes.
Lulú tiene claro que lo que quiere es sacar, aunque sea una sonrisa.